Lo mejor es llegar a Ávila desde poniente y al anochecer. De esta forma, podremos ver como el sol dora la muralla desde Los Cuatro Postes; humilladero situado en una cresta, al lado del río Adaja, que nos permite disfrutar de una vista magnífica de toda la ciudad. Como esto no siempre es posible he de decirte que, desde ese lugar, la vista de la ciudad es siempre fascinante y evocadora.
Los Cuatro Postes, visitados por miles de turistas en esta época veraniega, data del siglo XVI. Y es uno de los lugares preferidos por la mayoría de ellos para sacarse la foto de recuerdo o el selfie de rigor, con la ciudad al fondo; tal vez la de sabor más medieval que existe en España.
Como antes comentaba, al atardecer cuando la luz natural cede su paso a la iluminación artificial, la vista de la muralla perfectamente perfilada con sus almenas, torres y paños es espectacular. Es, sin duda, una de las principales maravillas, entre las muchas que, a poca sensibilidad que tengamos, puede mostrarnos nuestro país.
Si has llegado en coche, no te compliques la vida, apárcalo extramuros: frente al lienzo norte tienes un buen aparcamiento y un parquin para autocaravanas, con buenos servicios, de allí al centro de la ciudad tardarás diez minutos. En el caso de que seas un urbanita que prefiere llegar hasta el centro a caballo de su automóvil, justo en la tradicional plaza denominada El grande, tienes un aparcamiento subterráneo habitualmente con sitios libres y precios asequibles, en esta época de parquin navajeros.
En bici, en coche o por tu propio pie, te acerques por donde te acerques a esta ciudad, por cualquiera de los cuatro puntos cardinales, la muralla está omnipresente. No en vano, sus dimensiones son ciclópeas: más de dos kilómetros y medio de perímetro, ochenta y siete torreones y nueve puertas. Sus muros tienen un espesor de tres metros y en alguna de sus partes alcanza los doce-quince metros de altura. Si te acercas a ella te acongoja. Te sientes pequeño. Un enemigo derrotado, abatido.
Visitar Ávila y su muralla es dar un paso a tras en el tiempo, caminar por un pasado que nos recuerda a medievo, a palacios, a vida eclesiástica, barrios de gremios….
La piedra con la que está construida es de granito gris, que como habréis podido observar según llegabais, existe en los alrededores, si fuera necesario, el suficiente material como para repetir el ejercicio de construir varias murallas más, tantas veces como fuere necesario.
Nueve puertas, todas ellas de buen porte, dan acceso al casco antiguo, de más de treinta hectáreas de superficie, por sus calles rueda la vida de una ciudad pequeña y confortable de la castilla interior; con inviernos fríos y veranos tórridos. Si visitas este núcleo urbano durante los meses que marcan el final del otoño y el invierno, ven bien abrigado pues ni la propia muralla consigue amortiguar el viento frio que llega del exterior. Ávila está a 1.125 metros de altura, rodeada de montañas de este a sur lo que compone una bonita panorámica sobre todo si están nevadas.
Como puedes suponer, la muralla es una obra compuesta a base de siglos y esfuerzos. Comenzó a edificarse en el siglo XI, sobre la antigua muralla romana, utilizando los restos de la misma. Desde entonces hasta nuestros días, las remodelaciones, ampliaciones y restauraciones han sido constantes, igual que los reconocimientos y declaraciones recibidos: el 24 de marzo de 1884 se declaró a las Murallas de Ávila Monumento Nacional. El 15 de diciembre de 1982, la ciudad de Ávila fue declarada Conjunto Histórico Artístico y el 6 de diciembre de 1985 Patrimonio de la Humanidad.
Desde las alturas
Si quieres disfrutarla un poco más y recorrer su esqueleto, tienes la posibilidad de subirte a sus alturas y recorrer el adarve, tienes varios accesos a este recorrido, al que se accede mediante el pago de una módica entrada. Si lo caminas en su totalidad andarás sobre ellas más de un kilómetro y medio. Una vez arriba, cambia la perspectiva, pasas de ser un guerrero hostigador a un defensor sobre un muro inexpugnable, desde el que puedes observar un horizonte amplio y limpio moteado de pequeñas poblaciones o los perfiles de la sierra.
Visitar Ávila y su muralla es dar un paso a tras en el tiempo, caminar por un pasado que nos recuerda a medievo, a palacios, a vida eclesiástica, barrios de gremios, iglesias y catedral, y a espacios de mercadería que sirvieron para el trasiego de alimentos, animales y productos de la tierra: vida sana y a la vez dura, que inevitablemente ha de desembocar en alguna parada para reponer fuerzas.
En esta ciudad es fácil disfrutar de alguno de los múltiples locales hosteleros, pues además de tener una amplia oferta, esta es de calidad. Te recomendaría que no te pierdas una visita al Palacio de Los Velada, establecimiento ubicado en el palacio del mismo nombre, situado en un lateral de la puerta de la Catedral. Es un espacio cálido, confortable y sorprendente. Si lo que quieres es tomar una tapa y un vino, la calle San Segundo, pegada al lienzo este de la muralla, te ofrece múltiples posibilidades, si bien me gustaría recomendarte La Bodeguita de San Segundo. Finalmente, no te vayas de Ávila sin probar las patatas revolconas; un plato respaldado por años de tradición.