Salí de la autovía en Herrera de Pisuerga con la intención de disfrutar de alguna iglesia del maravilloso románico palentino. Sin mirar ningún mapa ni consultar la Wikipedia. Como suele decirse al buen tuntún. Mi intención, fue llegar hasta Cervera de Pisuerga, población de la que he visto el cartel cientos de veces pero que nunca he visitado, si alguna iglesia se cruzaba por mi camino fantástico, en caso contrario tampoco pasaría nada. En realidad, lo que hizo fue ya que trasladar un juego de calle al interior de las tabernas para soportar mejor el clima zamorano.
La carretera a la que accedí desde la autovía, P-227, tenía buen rodar: el firme estaba más que correcto, buena anchura y muy poco tráfico. Extraño en estas fechas, estaba lloviendo. Agua fina que apenas mojaba el suelo en una tarde de tintes melancólicos y cielo completamente encapotado.
A los diez minutos de recorrido, aproximadamente, me encontré en un pequeño pueblo: Moarves de Ojeda. Típico de esa parte de la meseta, de casas bajas de porte agrícola, que dejan ver la espadaña de la iglesia desde varios kilómetros antes de llegar a ellas.
La Iglesia de San Juan Bautista
Como había iniciado el viaje en plan aprendiz, sin documentarme lo más mínimo, casi me paso la magnífica portada de esta iglesia. Como podéis ver en la foto que acompaña esta entrada, tiene un color amarillo anaranjado, completamente diferente al tono que muestran el resto de los sillares. El Porqué de este color lo podréis leer en un cartel que se encuentra a su derecha y en el que se reseña el año de su construcción, el estilo, la planta y otros detalles de este templo.
Si te sitúas enfrente de esta magnífica portada, del siglo XII, vas a sentir que se te cae el cielo encima, pensando la buena mano y el buen hacer de aquellos artesanos que con los medios justos consiguieron comunicar, desde entonces hasta hoy, generación tras generación, la paz que transmite un dios sedente bendiciendo la vida sobre la tierra. Encajado en una mandorla ocupa el centro del friso, a cada lado seis apóstoles. Todo parece rutinario, sencillo de hacer, pero es soberbio.
Vas a sentir que se te cae el cielo encima
El friso aparentemente se sostiene sobre dos ménsulas, ambas decoradas. El patrón de mi pueblo, como el de otros muchos de Castilla es San Miguel, quizá por esta razón me parece ver, en la ménsula de la derecha, a este personaje luchando bravamente con el dragón. Quizá no sea él, pero en todo caso estamos ante un guerrero que se faja fiero con una criatura venida del más allá.
La ménsula de la izquierda muestra un rostro semihumano, una cabeza, con unas orejas de animal, de perro me parecen a mí. Es una criatura extraña que acongoja, que genera una sensación de temor, que te mira con cierta mala intención.
Debajo del friso y entre las dos ménsulas está la puerta espiritual, la entrada a otro reino, al que se accede cruzando a través de cinco arquivoltas, decorados los arcos con motivos ajedrezados y los capiteles con diversas escenas que, si te acercas un poco a ellas, puedes reconocer perfectamente: bailarinas, guerreros, Sansón y el león… Descripciones en piedra de escenas de ayer y de hoy que todo el mundo podemos reconocer y que a todo el mundo le generan sentimientos y emociones, a cada uno las propias, pero que no te dejan indiferente.
Viajando en coche, como yo, puede suceder que pases por esta pequeña iglesia, situada justo al lado de la carretera, sin verla. Por eso, el motivo de escribir esta sencilla entrada no es otro que transmitir al viajero lector, mediante el mensaje en una botella, tirada al mar digital, que existe una pequeña iglesia, en un pequeño pueblo de Palencia, que tienes que disfrutar.
Por el camino, siguiendo hacia Cervera, mi destino final, en busca de buen comer, no solo de fe vive el hombre, pude ver otros dos preciosos monumentos: el Monasterio de Santa Eufemia de Cozuelos y San Salvador de Cantamuda. Otro día os hablo de ellos.