Zorita de la Frontera hay que mirarla desde lo alto para darte cuenta de que es un pueblo pequeño, pero habitado por gentes buenas, nobles, trabajadoras, amantes de su tierra…
Iglesia de San Miguel
Así es que cuando vayas a este pueblo salmantino súbete a la torre de su iglesia de San Miguel, con su techumbre mudéjar y su coro de madera labrada del siglo XVI, y observa atentamente. Lo primero que verás son sus campos, verdes en primavera y tostados en verano, llenos de gigantes llamados despoblación. Verás cielos azules y grises a borbotones que anuncian sol y lluvia por igual. Y gritarás tierra a la vista, como aquel descubridor que apostado en el carajo del barco descubre nuevos horizontes.
Personas
Pero luego te fijarás en sus casas, apiñadas como racimos de uvas. Te fijarás en sus calles irregulares, como tu propia vida. Y te darás cuenta de que esas casas y esas calles están habitadas por personas. Y si te fijas, como cualquier Diablo Cojuelo que se precie, te darás cuenta de que todas ellas son hacendosas, trabajan y miran hacia adelante.
Camino
Son personas buenas y nobles que van a sembrar, cosechar, arreglar sus coches, tapar goteras en sus tejados o hacer la matanza. Son personas que raramente miran hacia arriba si no es para saber si lloverá o calentará, miran hacia adelante porque su futuro está allí: en los campos, en el cereal, en el trabajo.
El camino que lleva a Zorita siempre está ahí…
Son gentes que un día miraron desde el mismo sitio en el que estás ahora y vieron lo que tú. Y sonrieron y se dieron cuenta de que un día ellos serían así, como Zorita de la Frontera, un pueblo pequeño, pero orgulloso de su origen y de su camino. De ese que se ve desde la torre de la iglesia, da igual si miras al norte, al sur, al este o al oeste. El camino que lleva a Zorita siempre está ahí. Por eso, a Zorita de la Frontera hay que mirarla desde lo alto.
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